Carta abierta a los miembros de la extinta guerrilla de las Farc

Beausoleil, Francia, 28 de junio de 2017

Señores

Rodrigo Londoño y demás miembros del ahora movimiento político de las Farc

Confieso que no es fácil escribir estas palabras. Aún tengo muchos sentimientos encontrados. De hecho, me genera confusión seguir llamando «Farc» a su movimiento político. Creo que una de las primeras cosas que debería hacer es desarmar el nombre, porque imagino que querrán seguir siendo «Fuerzas» y «Revolucionarias», pero ya no hay cabida para las armas. 

Desde que los colombianos tuvimos la oportunidad de expresarnos frente a lo pactado en La Habana, no lo dudé un segundo: mi respuesta sería . Me conmovió muchísimo el mensaje y el ejemplo que nos dieron los colombianos que viven en zonas históricamente afectadas por el conflicto. Pero no puedo dejar de pensar en todos los compatriotas que manifestaron su desacuerdo. No comparto, pero trato de entender por qué su inconformismo. Muchos, seguramente, dieron su voto guiados por la cizaña o la manipulación de sus ideas. Otros tantos, incluyendo muchas personas que aprecio y conozco, lo hicieron por convicción y por supuesto merecen ser escuchados. Y creo que todavía es legítima la duda frente al proceso de dejación de las armas. Lamento, eso sí, que aún no podamos expresar esas diferencias con respeto, y que en nuestro país aún armemos nuestras palabras.

Ayer fui una de tantos colombianos emocionados «hasta la médula». Lloré. Pero el sentimiento generalizado fue de escepticismo. Los medios aseguraron que «en Colombia no hubo euforia» Yo diría que sí la hubo, pero estamos tan llenos de odio, que pareciera que no importó. Es verdad que muchos medios no dieron el despliegue informativo que el momento histórico ameritaba, lo cual es decepcionante. Me decepciona porque creo que muchos medios de comunicación van «a medias» y que, hace rato, esa agenda setting está muy mal configurada. Pero bueno, ese es otro tema… Pero si le pido, por favor, que cumpla con su palabra. Como también se lo pido al gobierno de turno y a los sucesivos. Cumpla, por favor, lo que prometió.

No creo que el camino sea el odio, pero ustedes tienen que entender que aún hay quienes no han podido asimilar el dolor que causaron los más de 50 años que estuvimos en guerra. Y no es exclusivo, y se que ustedes ya lo reconocieron pero, ese dolor, en gran medida, fue causado por ustedes. Yo nací en un país en guerra. Yo crecí mirando si las botas eran de caucho o eran «de verdad», para ver si teníamos que asustarnos o no en un retén de camino a la finca. Esa imagen creo que no debería quedar en el recuerdo de un niño. Y eso que yo no viví la crueldad de la guerra como la sufrieron otros miles de colombianos.

Imagino que habrá recibido mensajes de apoyo, mensajes en contra, amenazas, insultos, agravios, de todo. No puede exigirle a quienes lo insultaron que no lo hagan. No es correcto, lo sé, pero no los puede culpar. Nos tienen que dar tiempo. A todos.

Me gustaría también preguntarle ¿qué pasaba por su mente, años atrás, cuando estaba armado? ¿realmente creía que las balas eran el camino? ¿algún día durmió con la conciencia tranquila? ¿no sintió pesar al secuestrar, torturar o matar a sus compatriotas? ¿piensa que será fácil que lo perdonen, que lo perdonemos? ¿cree que muchos colombianos lo apoyarán? Por favor, le insisto, no permita que esto sea una cortina de humo, una desilusión más.

Ahora usted y sus compañeros toman la vía de las ideas, seguirán por el camino de las urnas. Seguramente no le interesará saberlo pero quiero decirle que no contarán con mi voto. Ni hoy, ni más adelante. Aún así, estoy tratando de reconocer el derecho que tienen de ser escuchados.

Este camino apenas comienza. Y creo que será muy duro, porque las heridas aún no sanan y el resentimiento aún es muy grande. Y ni hablar de los otros males con los que nos toca seguir lidiando.

Creo que es válido terminar esta carta con las palabras del expresidente uruguayo Pepe Mujica.

Seguramente no cordial, pero sí respetuosamente,

Alicia Carrillo García.

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